Me estoy reconciliando con mi regla, así de simple y de bonito. Y es que, las mujeres, estamos expuestas desde la infancia a modelos de menstruación negativos. Todo lo que sabemos acerca de nuestra menstruación es que duele, es molesta, da asco, hay que mantenerla en secreto y todo tipo de mensajes negativos que hacen, que una compañera vital como esta se convierta en un supuesto castigo.
Analizando esta situación, yo he tomado la difícil decisión de invertir esta relación, como ya hiciera con mi coño. A nivel social, nuestros propios chochos también son objeto de todo tipo de connotaciones negativas e impuras, y cuando descubres que son en realidad una parte esencial de tu cuerpo y aprendes a relacionarte con ella todo cambia y te proporciona una gran cantidad de momentos de bienestar y placer. Terminado este proceso, el siguiente paso lógico era invertir mis ideas también con mi menstruación, que no son si no un reflejo de lo anterior, y la mayor negación de la feminidad.
Investigando un poco, descubrí, que existen casos documentados de niñas a las que se les ha proporcionado una educación positiva con respecto a su regla, hablándolas de ella como un signo de salud y un proceso necesario y equilibrante del cuerpo, naturalizándolo y creando ideas más sanas sobre el tema. El resultado es que ninguna de estas chicas desarrolló ningún tipo de dolor menstrual ni debilitamiento físico y mental durante sus reglas. Ante tal descubrimiento pensé que no era tarde para convertirme en una de ellas.
A partir de entonces, he entrado en una nueva fase de relación conmigo misma. He repensado la regla como algo deseable, de hecho, he tenido épocas de no tener la regla durante 5 y 6 meses por problemas hormonales y os puedo asegurar que no es agradable. Tu cuerpo necesita renovarse y cumplir con los procesos y ciclos que nos conforman, y cuando esto no sucede es cuando realmente no te encuentras bien. Por lo que cada sangrado mensual es para mí toda una alegría.
He aprendido a estar más conectada conmigo misma, y es durante los días menstruales cuando más lo consigo. He descubierto que esta parte del ciclo, lejos de ser un mal trago que hay que pasar, es en realidad una oportunidad enorme para disfrutar de ti misma. Cuando la sangre sale de mi coño para renovarme me siento más guapa, más equilibrada, en armonía conmigo y los demás y con ganas de comerme el mundo, porque soy una mujer sangrante y poderosa.
Es complicado, pero si realmente te paras a pensar en tu regla y en cómo te hace sentir desprendiéndote de todo lo que la socialización te ha dicho que deberías sentir, descubres la cantidad de mentiras que nos atormentan sin motivos. Cuando he conseguido tener una relación totalmente sincera con mi yo menstruante me he olvidado de los dolores físicos (han pasado a ser una pequeña sensación de hinchazón que desaparece al segundo día) y mi estado de ánimo no es enfadada, ni triste, ni iracunda, al revés, me encuentro feliz, contenta y radiante.
Queda mucho por autodescubrirnos, tenemos un duro trabajo de derribo tumbando todos los muros y cristales deformados que nos han puesto delante a la hora de mirarnos. Seamos más sinceros y más felices con nosotros y, por supuesto, con nuestras maravillosas reglas, que son el sumun de la feminidad y la salud, yo no pienso volver a la visión errónea nunca más.