El actuar se va a acabar

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Todas las mujeres que conozco, incluso algún hombre, han fingido algún orgasmo alguna vez en su vida. Los motivos y las situaciones son variados, pero en todos los casos tiene que ver con seguir el guion y complacer al acompañante, ya sea por cariño o por desidia.

Por mi experiencia, puedo hablar mucho más de la opinión y los discursos de las mujeres en este tema, ya que es un tema recurrente en las reuniones femeninas. La principal razón que esgrimimos las mujeres para justificar nuestros falsos orgasmos es “para que termine”. Yo misma he utilizado este recurso dramatúrgico-sexual en muchas ocasiones cuando quería que el encuentro terminara lo antes posible. A veces es porque no te está gustando el polvo o el tío y quieres que se vaya a su casa cuanto antes, otras son porque ya te has corrido todo lo que podías o querías y no te apetece más contacto de este tipo y otras porque ya estás escocida y cansada y no soportas más penetración.

Es cierto, que también lo utilizamos para no parecer setas y admitir que estamos esperando a que él se corra y que la situación ya nos parece aburrida. Fingiendo, conseguimos excitar y animar al amante para que llegue a su clímax y además le damos un poco de entretenimiento a ese rato de espera, supuestamente sin hacer daño a nadie.

En cualquiera de las situaciones, es un recurso que se utiliza para no tener una conversación sincera que puede ser más violenta. Gritas un poco, haces que te estremeces y todos tan contentos; porque él se queda tranquilo de que ha conseguido que te corras con penetración por mucho que tú le hayas asegurado que no es lo tuyo, o que ha conseguido hacer que goces todo lo que él tenía planteado a nivel cuantitativo y te evitas explicarle lo que de verdad está pasando.

Desde mi punto de vista, estas representaciones hacen que el espectáculo continúe sólo porque los hombres queréis creerlo. Es cierto que hay actrices muy desaprovechadas que hacen de los orgasmos fingidos todo un arte, pero hay cosas que por mucho que practiques son difíciles de disimular: el enrojecimiento de cara, cuello, pecho y labios vaginales, las contracciones del ano, los movimientos uterinos, el tipo de respiración, la retracción clitorial… vale que nos lo curramos chicos, pero poniendo un poquito de atención nuestro papel se viene abajo.

A pesar de todo lo anterior, deberíamos dejar de fingir desde hoy mismo. Al final, aunque se trate de un hecho positivo, nos estamos haciendo daño, les estamos haciendo daño a nuestros compañeros sexuales y estamos haciendo daño al sexo natural y beneficioso. Todos deberíamos ser más sinceros y cambiar estas situaciones por conversaciones honestas sobre lo que nos gusta o no, lo que nos apetece en ese momento y nuestras particularidades a la hora de corrernos. Hablar de sexo no debería suponer un mal trago en ninguna situación. Además, si todos actuamos de esta manera, a largo plazo no hará falta fingir.

Yo predico con el ejemplo y comienzo hoy una nueva andadura sexual más sincera en la que evite fingir e intente cambiar el esfuerzo que invertía en ello en ser más clara y decir lo que me apetece y lo que no. No pasa nada si no me corro en alguno de los encuentros, o si me canso antes que él de la penetración; el sexo es tan sumamente inmenso que nos ofrece recursos alternativos para todas estas situaciones, aprovechémoslo y cambiemos nuestros esquemas sexuales.

Azalí Macías

Imagen: www.muyinteresante.es

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