Soy una fetichista de los sonidos, los susurros, el sonido de los besos, los gemidos, las respiraciones entrecortadas… ufff sólo de pensarlo me pongo mala y muy mojada. No sé si tiene un nombre o si hay alguna asociación, pero me declaro presidenta.
Desde que tengo uso de razón erótica, el tema auditivo ha sido determinante para mí. El porno puede ser lo más excitante del mundo, pero si no puedo escucharlo pierde la gracia. Me he masturbado una cantidad enorme de veces escuchando a mis vecinos o parejas cercanas follar, incluso cuando la pareja en sí no me ponía nada o no me gustaba su relación, pero la melodía que forman dos cuerpos en comunicación sexual es superior a mí. Una de mis fantasías más repetidas para acariciarme y llevarme al orgasmo es imaginar que alguien me mira tocarme y me habla, las palabras que imagino en cada momento me han llevado a los orgasmos más intensos.
Me pasa incluso conmigo misma, mis propios gemidos, susurros, gritos y onomatopeyas me excitan. En algunas ocasiones incluso lo utilizo para levantar un polvo que va mal. Escuchar mis sonidos, aun cuando son fingidos, tiene un poder electrizante en mí misma, y cuando me escucho la tensión sexual aumenta de manera automática. Por no hablar del sonido de mi abundante flujo vaginal, pocas cosas en el mundo son tan excitantes como ese chof chof que suena cuando escuchas con atención tu coño. Es impresionantemente excitante notar como su ardor se multiplica al escuchar ese sonido, que además es cada vez más evidente y claro por haber sido consciente de él. Soy una adicta a escuchar lo mojada que estoy.
Pero no soy tan ególatra, lo que más me pone son los sonidos ajenos. Cuando aún vivía con mis padres se mudó una pareja de jóvenes ardientes al piso de arriba, y tenían su dormitorio justo encima del mío, por lo que me masturbaba en cada una de las muchas ocasiones que ellos follaban como celebración de su amor. Llegué incluso a masturbarme con el ruido de sus obras pensando que era su colchón y no la sierra la que vibraba.
Recuerdo con excitación un fin de semana que pasé en un hotel con mi exnovio. Él pensaba que estábamos de competición sexual con la pareja de la habitación de al lado, cuando en realidad lo que pasaba es que yo no podía evitar chupársela y restregarme contra él cada vez que la pareja del otro lado de la pared comenzaba la fiesta. Cualquier indicio auditivo de que había algún tipo de acercamiento sexual, destapaba mi deseo como un corcho de una botella de champagne.
El sexo es una experiencia que debería disfrutarse con los cinco sentidos, y en ocasiones sólo nos centramos en la vista y el tacto. Daos la oportunidad de hacer la experiencia mucho más completa y compleja. Dejad que vuestro cuerpo os descubra como el placer es mucho más poliédrico, un sabor, un olor y, por supuesto, un sonido, pueden elevarte a la cima del placer de una manera brutal, además de experimentar con la maravillosa sensación de sentir cosas que habíamos pasado por alto.
Seguidme susurrando, gritando, gimiendo y estimulándome los oídos que yo seguiré afinando uno de mis órganos sexuales favoritos: las orejas.
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