Experiencias Somos unos flipados

Somos unos flipados

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Amig@s guarreras, hoy os vengo a contar una anécdota un tanto asquerosa, que espero que os enseñe una valiosa lección: fliparse nunca es bueno.

Os pongo en antecedentes. A mi, de por sí, me gusta llevar las riendas en el sexo y si se tercia y la otra persona está agusto y le pone el tema, dominar. Hasta ahí todo bien, todo correcto, el problema viene cuando te flipas. A mi, como a muchos otros, me gusta tomar la iniciativa en las mamadas y marcar yo el ritmo manejando en cierta forma a la feladora. Todo esto si a la otra persona le mola suele ser una gozada y tener un morbo especial pero si te pasas de listo y te flipas, se puede ir al garete de una forma bastante dramática y asquerosa.

Pues bien, esta anécdota que os traigo es una prueba definitiva sobre el cuidado que hay que tener en esto y lo importante que es saber dónde está el límite de las capacidades de cada uno.

Cómo muchas otras veces fui con la chavala en cuestión a comer antes de tener una ración de sexo de las que nos gustan.

El sitio elegido fue el Burguer King, por ser algo rápido y sabroso. Fuimos para allá, nos comimos un whopper y nos recogimos con ganas de empezar la juerga cuanto antes.

En menos que canta un gallo estábamos los dos en pelotas y guarreando todo locos. Todo iba como la seda y ella, decidió dirigirse a mi polla para premiarme con una maravillosa mamada de las suyas. Yo estaba feliz, super cachondo, deseando poder follarme esa boca y a ello que fui.

Ella recibió gustosa mis embestidas y comencé a bombear en su boca disfrutando como un gorrino pero, como os he dicho, fliparse nunca es bueno y sin darme ni cuenta me pasé de listo y profundicé demasiado sin ningún cuidado. Ella intentó zafarse lo más rápido posible y dirigirse al baño, pero la arcada fue ipsofacta y la pota inminente. 5 segundos después de aquella metida a traición me vi con la polla llena de pota, pota de whopper, una de las peores que he olido en mi vida y con unas arcadas que pude controlar de milagro.

El polvo se fue al garete y ese olor se me clavó en el cerebro para siempre al igual que se me grabó a fuego el lema con el que empezado el post, fliparse nunca es bueno amig@s, asique volveros loquitos y poneros finos a follar, pero nos os flipéis, porque las potas están al acecho y cortan el royo para todo el día.

¿Os habíais creído que era un punto y aparte? Yo también. Pero no amig@s, al terminar este artículo y pasárselo a mi amiga y compañera de blog, me mandó este trozo escrito por ella para darle un girito más al asunto. ¿Mola fliparse de vez en cuando? Pues como todo, de vez en cuando, en su justa medida y con consentimiento…. Mola y mucho.

Juzguen ustedes mismos.

“Aunque es cierto que hasta en este tipo de situaciones, a veces, las ganas pueden más. Siempre recuerdo aquella vez en la que la que me flipé fui yo; estaba deleitando a mi compañero de habitación de hotel con una garganta profunda sin descanso, casi sin respirar y con el estómago lleno de la cena previa. Tan metida estaba en comerle la polla con la intensidad que se merecía, que no me había dado cuenta de las arcadas que yo misma me estaba provocando con su miembro, por si fuera poco, a cada sonido gutural su polla crecía y se endurecía un poco más, lo que anuló por completo mis sentidos y mi lógica.

Al final pasó lo que tenía que pasar, la polla que llenaba mi boca tuvo que competir con una bocanada de vómito que surgió de repente. Quizá fuera la emoción del momento, que mi sangre estaba llenando mi coño o la vergüenza que me suponía la situación, pero mi decisión fue tragarme aquella sorpresa para no tener que lidiar con ella fuera de mi cuerpo.

Sorprendentemente, mi amante, reaccionó a aquel desastre con un erección mucho más potente, quizá la más dura que le he notado. A pesar de ser una defensora radical de la comunicación, nunca me atreví a comentar el «momento» pero el polvo terminó siendo una puta pasada de guarrería y desenfreno.

En mi cabeza hay tres teorías:

1- El receptor de la mamada no fué consciente de lo que había pasado y perdido en el placer sólo notó una gran mamada extrema, y por ello, el encuentro fue tan genial

2- El receptor de la mamada se percató de lo que había pasado, pero pensó: mira si es guarra que se ha tragado su vómito para seguir chupándomela, lo que supuso un extra de perversión y aumentó su excitación

3- El receptor de la mamada tiene en realidad atracción por este tipo de situaciones anormales y «desagradables» y aunque jamás me lo ha confesado (cosa que me extraña por el tiempo que llevamos acostándonos y la confianza que hemos desarrollado) estaba cumpliendo una fantasía

Se admiten apuestas”.

Juanma Vázquez

Azalí Macías

Imagen: Mulán

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