Y aquella noche la naturaleza y yo fuimos fuerzas simbióticas al ritmo de mis orgasmos: mi melena se mojaba en aquel lago en proporción directa a la humedad de mi coño, las hojas de los árboles se movían al ritmo de mis espasmos y las estrellas fugaces corrían casi tan rápido como me corría yo mirándolas.
Al final, no sé quién fue el responsable de tanto orgasmo, mi amante, yo misma o el universo sincronizando sus fuerzas con las mías, me gusta pensar que fuimos un poco todos.
Imagen: http://queesela.net/amor-la-naturaleza/