Relatos Microrrelatos III

Microrrelatos III

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Miraba la copa de vino mientras él le contaba un montón de cosas aburridas sobre su trabajo.
Cuando cambió de tema para hablarle de sus hermanos ella seguía mirándola, incluso cuando empezó a escuchar indirectas sexuales el centro de atención era aquella copa. Era cierto que su acompañante no era especialmente ducho en el arte conversatorio, pero no conocía a nadie que fuera capaz de llenar aquella copa de una sola corrida.


Serán solo 100 palabras, pero es lo único en lo que ahora mismo es capaz de pensar.

Esos “ponte aqu픓sigue, sigue”“eres una diosa”, etc. Son solo una centena de palabras, pero son las utilizadas en el mejor encuentro sexual que ha tenido nunca.

Le siguen dando vueltas en la cabeza, incluso se atreve a realizar cálculos matemáticos con ellas: 100 palabras dividido entre las 3 personas de aquella noche… 33 palabras por persona, más el “amén” final del cura conforman la redonda cifra.


Le encantaba aquella lista de Spotify, llevaba meses diseñándola con sumo cuidado, eligiendo las canciones a conciencia, pero por fin estaba terminada. Había conseguido crear un grupo de canciones en las que la cadencia de cada una la llevaban a un recuerdo distinto. Aquellas embestidas con fuerza de Miguel, las dulces lamidas de Jesús, la respiración entrecortada de Jorge… no podía creer que hubiera encontrado el ritmo justo de cada uno de ellos.


Llevaba tanto tiempo masturbándose sola que casi le molestaba que alguien la mirara mientras lo hacía, sobre todo con esa mirada tan lasciva, sobre todo con un cristal de por medio, sobre todo que lo hiciera mientras penetraba de aquella manera a su mujer. Menos mal que sus vecinos solo follaban los sábados.


Tanto se demoró eligiendo encaje para celebrar su quinto aniversario con su marido que acabó follándose a la dependienta.


Ese día el sabor de su flujo era diferente, estaba acostumbrada al sabor metálico en sus dedos después de cada uno de sus orgasmos, pero aquel día había una pequeña nota afrutada al final del paladar. Definitivamente aquel curso de cata de vinos le estaba cambiando la vida, estaba refinando sus papilas gustativas a golpe de mamadas al profesor después de las clases.


Mientras él se le subía encima con intención de penetrarla, ella solo podía pensar en la frase que más veces le había dicho en su vida: «no me acostaría contigo ni aunque fueras el último hombre sobre la faz de la tierra». Maldito ataque alienígena… Una vez más se veía obligada a traicionarse a sí misma. (Juanma Vázquez)

Azalí Macías

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