Llevamos años juntos, y la pasión, como advierten los libros y los amigos sabios, ha ido desapareciendo con cada movimiento del segundero del reloj que tenemos en la mesilla, el que te trajiste de Andorra, y que ya nunca nos ve follar, ni si quiera besarnos, se ha acabado convirtiendo en el espectador del “buenas noches” diario que me das cada vez más apagado.
Mi decisión de empezar a escribir tuvo que ver con mis ganas de volver a verte disfrutar conmigo, era un intento de acercarme a tu mundo y una manera de sacar toda la frustración que llevaba dentro por ver cómo nuestro matrimonio se apagaba.
Cuando te vi por primera vez masturbarte escondido mirándome escribir, pensé que si me desnudaba ayudaría a acelerar tu orgasmo, y lo conseguí, aún quedaba algo en mí que te hiciera estremecerte.
Desde aquella vez, me he desnudado y garabateado simulando que escribía cientos de veces y esta es la primera vez que mi espectáculo ha dado un fruto literariamente coherente.
Te dejo esta nota junto al reloj de Andorra para que esta noche le sorprendamos al mostrarle cómo nos corremos juntos.