Siguiendo con mi coherencia narrativa que me obligaba a seguir en un intento vano de que se contagiara a mi interior, el paso lógico era contar cómo había aparecido LOVA en mi vida, aquello me ponía nostálgica y lo odiaba, pero era necesario.
“Después de que otros personajes la precedieran, LOVA apareció como la síntesis de todos ellos. Mariángeles escribía desde que tenía uso de razón, era su manera de estar en el mundo y de comprenderlo, pero jamás lo hacía en primera persona (para muestra esta novela), siempre inventaba otros nombres, otras vidas y lógicas que le ayudaran a liberarse sin exponerse (la vieja trampa del escritor). Así, que LOVA saliera de sus dedos, no era más que algo que llevaba sabiendo y postergando desde hacía meses, desde que su ruptura amorosa pusiera su mundo patas arriba.”
¿De verdad aquello era así o más bien sus personajes habían provocado aquella ruptura? Aun notaba ese pellizco en el estómago cuando recordaba los gritos de Ramiro al descubrir por casualidad mis microrrelatos, ¡y eso que aún no había escrito los más potentes! Mi entonces novio, no podía creer que fuera capaz de escribir todo aquello sin haberlo probado antes, y no entendía que, en realidad, era el reflejo de todos mis anhelos de escapar del misionero soso de los sábados. Hasta el momento, jamás habría pensado que yo fuera capaz de vivir sin la seguridad de su aburrida compañía, pero ese día me hizo elegir entre mis personajes y él, con la falsa certeza de que me agarraría a su polla como lo había hecho hasta el momento, y mi LOVA interior tomó las riendas; tragué saliva, me sequé las lágrimas y dije: vete de mi casa y de mi vida.
Aquello resultó mucho más fácil que todas las veces que se me había pasado por la cabeza, y muchísimo más liberador. Embaucada todavía por la LOVA que llevaba dentro, tomé una decisión: dejar que esa mujer salvaje volara libre, y no volver a ser un impedimento para ella. Tuve que escribirlo en un papel y firmarlo cual contrato individual conmigo misma, ya que sabía que cuando se hubiera pasado la emoción del momento buscaría mil y una excusas para deshacer el pacto.
Para reafirmar aún más esta decisión, busqué un nombre para ella y escribí el primer microrrelato que protagonizó:
“LOVA sabía que ejercer de dominatriz con aquel cliente le iba a costar más de una situación incómoda, sabía que podría costarle el trabajo y la casa, pero también sabía que no podía resistirse a azotarle con ganas después de que su suegro, jefe y casero se lo hubiera suplicado de rodillas”