Amig@s guarreras, hoy quiero dejaros una reflexión rápida y directa. La nata y el follercio no son buena combinación. Sé que muchos os llevaréis las manos a la cabeza, ya que lo habréis pasado muy bien moñeando con un botecito de nata y el cuerpo de vuestro amante. Pero siendo sinceros, es una puta guarreria y no da los resultados idílicos que se le presuponen.
Soy al primero al que le encanta ponerse fino follando, manchándome todo lo posible con los fluidos que una buena ración de sexo me brinde, pero en el caso de la nata, me da puto asco.
Se nos ha vendido que es super divertido, que es muy sabroso y que es muy fácil de jugar con ella.
Lo que no se nos ha dicho es que después de comerte la nata, la zona afectada huele a rayos, que no está tan buena cuando está medio derretida en el cuerpo caliente de una persona y que es fácil jugar con ella siempre y cuando estés pendiente de torcer el bote de la manera adecuada para que eche el chorro limpio y directo y no empiece a hacer chiribitas y a salir desperdigada como un puto aspersor.
Desde aquí quiero desmitificar esa mierda y animaros a que probéis otras cosas. Mezclar comida y sexo es divertido, pero no con la puta nata del demonio.
Dadle una vueltecita al asunto, porque seguro que todos habéis pensado alguna vez en introducir algún alimento en vuestras relaciones y lo primero que se os ha venido a la mente es la puta nata. Error, error garrafal amig@s, hacedme caso, la nata para las fresas, que con los coños y pollas no va bien. Y para los cuerpitos algo de chocolate, alguna gominola o un poquito de helado (funciona mejor de lo que puede parecer a priori) y a disfrutar del menú.
Mi compañera Aza os anima con las chuches con este pequeño texto que me adjunta al hablarle del tema: “Tengo gratos recuerdos de quedar con aquel amante tan especial e ir siempre al mismo bar a tomar algo antes de follar porque ponían un plato de gominolas con las consumiciones. Nos mirábamos golosos, y nos guardamos aquel manjar en el “chivato” del paquete de tabaco para darles un toque más picante después. Por mucho que nos empeñáramos en acariciarnos con ellas e inventar otros juegos, siempre acababan igual, metidas en mi coño. Después venían las peleas por ver quién se las comía, aunque acabábamos llegando a algún tipo de acuerdo y prometiéndonos ir a por más”.
Bon apetit.
Posdata: os animo de todas maneras a que si no lo habéis hecho probéis con la nata y me contéis qué tal, que lo mismo os parece una maravilla. Eso sí, si esto sucede id al puto psicólogo porque algo os pasa en la puta cabeza.
Imagen: Yo, yo mismo e Irene