Etiqueta: relato

  • El otro por un día

    El otro por un día

    Me desperté con la sensación de que mi cama había encogido, mis pies colgaban al final del colchón, estaba incómoda, pero me sentía poderosa. Al ponerme de pie, me di cuenta de que la perspectiva con 30cm más de altura es totalmente diferente, el suelo está muy lejos (aunque me sentía lo suficientemente ágil como para llegar a él sin problemas), las cosas tienen una forma muy distintas vistas desde arriba, y los estantes altos ya no parecen sitios donde acumular las cosas que menos usas.

    Una vez acostumbrada (seguía siendo una mujer aunque estuviera metida en aquel alto y esbelto cuerpo masculino) a la nueva perspectiva, hice lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar, me miré la polla, ¿cuántas veces hemos imaginado como sería el miembro de nuestros amigos consciente o inconscientemente? Ahora tenía la oportunidad de desvelar uno de los misterios, y debo admitir, que se aproximaba bastante a la imagen que había formado en mi cabeza de esa oculta parte. Una vez calmada esa incertidumbre tenía una misión, golpear el máximo de cosas posibles con ella. En mi cuerpo femenino, siempre había soñado con esa sensación de poder que debía darte usar tus genitales como mazo de autoridad y dominio, y ¡vamos si lo hice!

    Pasé gran parte de la mañana experimentando las sensaciones de autoridad que te otorgaba tener una polla propia, tiraba del resto del cuerpo para desplazarme, me obligaba a tocarla hacia un lado y otro y se apoderaba de toda mi atención. Descubrí que es mucho menos débil de lo que me esperaba, podía golpear superficies con gran fuerza sin hacerme daño y era capaz de hacerla adoptar formas que siempre había imaginado dolorosas, ¡qué divertido!

    Por supuesto, el siguiente paso fue ver si me satisfacía la experiencia sexual onanista. Ni si quiera necesité porno para excitarme, las nuevas sensaciones que experimentaba en este cuerpo eran suficientes para pasar horas tocándome y experimentando. Aunque la experiencia orgásmica fue bastante decepcionante, acostumbrada a la electricidad y energía recorriendo e inundando mi cuerpo, aquella sensación de simple calor y que algo se salía de mí, paradójicamente, me dejó un poco fría. A pesar de todo, descubrí puntos y sensaciones de los que ninguno de mis amantes o amigos me habían hablado, el cuerpo masculino tenía más que ofrecer de lo que pensaba, lo tendría muy en cuenta en el futuro.

    Con toda esta nueva información, abrí Tinder y utilicé mi dilatada experiencia como conquistada para convencer a una preciosa pelirroja de quedar esa misma tarde “para tomar un café”. Siempre me había puesto nerviosa al quedar con un desconocido, pero descubrí, que siendo un hombre la cosa cambia, sabía que la biología estaba a mi favor, y como tampoco sabía el tiempo que iba a disfrutar de aquel mágico cambio de género iba a por todas.

    Me ahorro los detalles del café y el coqueteo para contaros la increíble sensación de hundir tu cara en un coño abierto y chorreante. Penetrar tenía su encanto, pero me enamoré de las sensaciones de que alguien se corriera con semejante pasión en tu cara. Desencantada como estaba con los orgasmos de mi nuevo cuerpo, me centré en los suyos, en menos de media hora ya era una adicta a ver y sentir sus contracciones y flujos en cada parte de mi cuerpo. La tarde se hizo noche y la noche mañana, y yo aún no había podido despegarme de ella ni de su placer, ¡qué reacciones tan grotescas y a la vez tan bellas adopta el cuerpo femenino cuando encadena un clímax tras otro!

    Supongo que para ella también fue una experiencia tan mágica como para mí, ya que hoy, cuando mi cuerpo ha vuelto a ser el de siempre, me ha escrito pidiéndome por favor más de lo de ayer y yo quiero dárselo, me muero por hacerlo, pero tengo que decidir como contarle que ahora también quiero que ella me coma el coño.

    Azalí Macías

  • Libre

    Libre

    Miraba cómo sus dedos se movían sobre el papel, casi como si no fueran suyos. Observaba la manera en la que trazaban círculos y rectas que daban forma a palabras que pasaban de su subconsciente a la tinta para su sorpresa.

    Cuando aquella cadencia se detenía leía las últimas líneas que se habían formado frente a sus ojos y sus manos volvían a ponerse en marcha con aquel automatismo que tanto disfrutaba.

    Siempre pensaba que las oraciones que brotaban de ella acabarían convirtiéndose en algún tipo de historia con sentido que pudiera mostrar al mundo, sin embargo, lo único que hemos podido construir con cierta lógica son estas líneas que os muestro acerca de ella, y que no aportan nada más que que sepáis que en algún sitio de esta ciudad hay una chica desnuda dejando que las palabras la inunden de tal forma que se considera un mero trámite corpóreo, y es por eso por lo que prefiere desnudarse, para suponer el menor obstáculo posible.

    Lo que no sabéis, es que mis mejores orgasmos siempre me invaden cuando la veo así de libre.

    Azalí Macías

  • LOVA V

    LOVA V

    “Y allí tirada en el suelo decidió que jamás volvería a estar por debajo de un hombre. Era paradójico que lo hubiera decidido en aquella posición, pero muchas veces hay que tocar fondo para rebotar y remontar

    ¿Me entendería la gente? ¿Comprenderían que con cuanta mayor fuerza caes más potente es el rebote? Como con el resto de historias, lo más importante no era que lo entendiera la gente, eso sólo era el medio para entenderme yo misma, aun así, nunca estaba segura de estar haciéndolo bien, supongo que es el proceso normal que hay que seguir para escribir una novela, especialmente cuando es autobiográfica.

    Lo que nunca iba a entender la gente es cómo había llegado al suelo a consecuencia de mi lista de pros y contras si no se lo contaba, así que me tocaba bajar a lo más sórdido de mí misma y contar aquella primera vez de LOVA tomando el control.

    “Después de intentar hacerme trampas una y otra vez, haciendo valer toda mi inteligencia, al final tuve que rendirme contra mí misma y admitir que habían ganados los PROS, tenía que ser consecuente y aceptar alguna de las peticiones de cita/negocio de las muchas que tenía en mi web de microrrelatos. Como ya tenía bajas las defensas de Mariángeles, decidí evitarme el rifirrafe y dejar que LOVA eligiera al afortunado, total ya sabía que sería Matías, aquel amor platónico del instituto que había resultado ser un adulto muy interesado en que LOVA le doblegara.

    Medio autómata encendí el ordenador y envié un email a la dirección que Matías había dejado en unos de los microrrelatos más violentos:

    De: LOVA

    Para: Matías

    Asunto: Desde ahora mando yo

    Mañana es tu día de suerte, tenemos una cita y acabas de perder tu capacidad para decidir qué será de ti y de mí. Estás entrando en el reino de LOVA y mañana a las 20.00 se hará físico en el Hotel Torre.

    Mis honorarios son de 300€ en efectivo por toda la noche.

                    LOVA…

     

    ¡Joder! Había sido demasiado fácil escribirlo, quizá porque no había pensado en la cantidad de cosas complicadas que se me habían puesto delante al hacerlo: ¿y yo qué me pongo? ¿cómo se supone que tengo que actuar? ¿cuándo y cómo le cobro? ¿será mucho o poco? ¿qué espera de mí? ¿hasta qué hora durará el encuentro? De nuevo Mariángeles era incapaz de gestionar las decisiones de LOVA, por eso me obligué a que ella tomara las riendas de nuevo, me preparé un baño caliente y me masturbé pensando en la cantidad de fantasías que cumpliría al día siguiente.

    Azalí Macías

  • El amante más fiel

    El amante más fiel

    Willy era el mejor amante que había tenido en toda su vida. Le comía el coño como nadie, metiéndole la lengua en zonas que ningún otro había llegado, la follaba incansablemente haciéndola sentir una verdadera puta, la sodomizaba sin mediar palabra y ella, recibía esa gran polla sin rechistar, le ponía tan cachonda aquella situación de sumisión… Willy era el amante perfecto y lo mejor de todo es que solo estaba a un silbido de ella.

    Haber domesticado tan bien a aquel perro por fin le daba placenteros frutos.

    Juanma Vázquez

  • Microrrelatos

    Microrrelatos

    Estoy en Jamaica en una playa paradisiaca, el sol acaricia mis pezones haciendo que se erecten y luzcan tan poderosos y evidentes como me gustan, y no debo ser la única que lo nota, un joven rastafari se acerca hasta mí sin quitarles ojo. Sin mediar palabra, se arrodilla junto a la tumbona y empieza a recorrer mi blanca piel con sus enormes manos negras; en mi cabeza suena ébano y marfil al creciente ritmo de los latidos de mi corazón. Después de los besos acelerados, de bajar mi tanga con tanta pasión que se deshilacha y de comprobar que sus músculos son tan duros como parecen a la vista, por fin llega el ansiado momento en el que me penetra después de mucho suplicárselo y ¡PUM! ahí es donde mi fantasía no puede continuar, tengo que aceptar que es la conocida y ridícula polla de mi novio la que se adentra en mí sobre el mismo colchón de siempre.


    Sabía que tenía que decirle a su amiga que no estaba bien que se acostara con otra persona teniendo novio, que al final Luca se acabaría enterando y le iba a hacer sentir fatal, y que si no le quería le dejara e intentara tener algo con su amante; pero, si le decía todo eso, se arriesgaba a perder los mejores orgasmos de su vida, esos que él le provocaba por debajo de la mesa cuando cenaba con Luca y con ella.


    Amarrada a aquella cama repasaba los hechos que la habían llevado hasta allí:

    Una noche de chicas, dos miradas que se cruzan en un bar, tres copas y cuatro besos después estaban en su casa.

    Tras cinco polvos que le ocasionaron seis orgasmos inolvidables, eran las siete de la mañana. A las ocho llegaba la chica que limpiaba en casa los fines de semana.

    Por los nueve euros a los que le pagaba la hora iba a ser complicado que hiciera de aquella experiencia un día diez y se pusiera a comerle el coño como tantas veces había soñado


    Le doy al play con los dedos aun empapados de mis orgasmos, repaso de nuevo aquella escena que me han dejado en el buzón en la que yo soy la protagonista, y vuelvo a excitarme.

    ¿Cómo puede ser si casi siento los temblores de la última corrida?

    Nunca pensé que alguien fuera capaz de captar toda esa sexualidad en mí, sobre todo cuando estoy limpiando la casa. Pero esos planos por debajo de mi falda, esos zoom a los pezones y la boca y el giro final de la cámara hacia la polla erecta del director son simplemente irresistibles.

    Miro la ventana preguntándome desde dónde demonios han podido grabarme.

     

    Azalí Macías

     

     

  • Ella y él

    Ella y él

    Ella quería atarle de pies y manos y someterle.
    Él quería que le pusiera una pinza en los pezones.
    Ella quería sentarse en su cara y obligarle a comer.
    Él quería comerle el coño hasta casi ahogarse.
    Ella quería comerle la polla hasta que se corriese en su boca.
    Él quería follarle la boca hasta correrse en ella.
    Ella quería sentirse usada.
    Él quería follarsela «a dolor».
    Ella y él, querían muchas cosas, pero lo que hicieron esa noche fue echar otro aburrido polvo mientras sentían que su monótono matrimonio daba sus últimos coletazos.

    Juanma Vázquez

    Imagen: www.andoconlasmonos,cl